ASTEYA es el nombre en sánscrito del tercer mandamiento o yama del yoga, de los 5 que hay. “Steya” significa “robar”, y “A” es la partícula negativa que le da el significado de “no”, por tanto, este mandamiento se ha traducido como “no robar” y nos ayuda a vivir en armonía siguiendo la Ley del trabajo.
Este yama va mucho más allá de, simplemente, no robar. En realidad, se podría traducir por “no robarnos” a nosotros mismos primero y está muy relacionado con el merecimiento, la autovaloración y el autoconcepto, es decir, con nuestra autoestima.
Este yama nos viene a decir que, al conseguir las cosas por méritos propios, mediante nuestro esfuerzo y trabajo, lo obtenido se percibe de mayor valor y consideramos realmente (tanto a nivel consciente como inconsciente) que nos lo merecemos y, por tanto, hacemos mejor uso de ello. Cuando obtenemos las cosas de manera inadecuada, robando tanto objetos materiales como no materiales, en el fondo, sabemos que no somos merecedores de ello, nos estamos autodesvalorizando, al decirnos con nuestro comportamiento que no somos capaces de conseguirlo por nosotros mismos, y debilitamos, por tanto, nuestra capacidad de lograrlas en lugar de fortalecerla. Lo robado no sólo lo desmerece, sino que hace que se pueda perder fácilmente.
Obtener las cosas de manera ilícita bloquea la energía intuitiva que nos conecta con aquello valioso, pero si se obtienen trabajando y luchando por ellas, a la vez que nos sentimos seguros de nuestra capacidad de lograrlas, irradiamos una energía que nos conecta con las cosas y las personas más valiosas. Esto es, si nosotros valoramos nuestro trabajo y nuestra manera auténtica de conseguir esas cosas, vamos a valorar el trabajo de los demás, (por tanto, no les robaremos) y a encontrar a las personas que realmente lo valoren también.
Transgrede Asteya el aprendiz que se queja de su situación y no hace nada para mejorarla, el alumno que prefiere lo fácil robando materias e ideas, aquellos que no valoran lo conseguido mediante el esfuerzo propio o ajeno (infravaloración, exigencia extrema, sd del impostor) y aquellos con baja autoestima que no se sienten merecedores ni capaces de lograr los resultados que, en realidad, sí que merecen (se roban a sí mismos).
Respetar el principio de Asteya da fuerza, porque al trabajar desarrollamos nuestras capacidades. Aplicar la ley del trabajo tiene que ver con el “sacrificio gozoso”, con el esfuerzo que se hace con alegría de vivir, para crecer. Hacer un sacrificio (palabra procedente de “sacro oficio” del latin, “hacer algo sagrado”) no tiene el significado social que se le ha dado, significa, más bien, valerse de las fuerzas de lo superior para que nos ayuden a lograr algo de la mejor forma posible, es ponernos en armonía con la Divinidad, “poniendo de socio a Dios” en lo que hacemos. Cuanto más eficiente trabajamos, más podemos avanzar hacia nuestras metas elevadas.
Espero que te haya sido de utilidad.
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